"Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás." Juan 6:35

lunes, 21 de marzo de 2011

“Liviano o Pesado”

Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo,

así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

Hechos 1.11


En un lugar donde estábamos construyendo casas, dos livianas bolsas plásticas se movían en una brisa suave. De repente, una de ellas comenzó a flotar hacia arriba, continuó su ascenso mientras la observábamos y pronto desapareció en las nubes.

Estoy seguro de que esto tiene una explicación científica, pero al mismo tiempo me recordaba lo que los apóstoles vieron cuando observaron a Jesucristo siendo “alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”. Las Escrituras prometen que él vendrá nuevamente asimismo como ellos le vieron ir al cielo. Cuando Cristo regrese, él tomará con él a los que han sido lavados en la sangre del Cordero y le son fieles. Ellos, también, ascenderán en los cielos.

Recuerda, había dos bolsas; una se elevó y la otra no. Las condiciones se cumplieron para una, pero no para la otra. Hebreos 12 nos dice: “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia”. El peso de los pecados que nos asedian nos hundirá. Quizá es que pasamos demasiado tiempo lejos de nuestra familia para obtener ganancias en este mundo. A lo mejor es que vivimos en el placer, olvidando a los que no saben de dónde viene su próxima comida. Cualquier cosa que pongamos antes que el servicio del Señor puede sobrecargarnos cuando Jesús venga de nuevo.

¡Si enfocamos nuestros corazones en Jesús y tenemos en cuenta lo que él ha hecho por nosotros, las cosas de este mundo no serán tan atractivas y ascenderemos con él en el gran y glorioso día!

-Freeman Miller,

Franklin, KY

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El precio de un boleto al cielo es dar tu corazón y vida a Jesús.



[Del Libro: Junto a Aguas de Reposo]



martes, 15 de marzo de 2011

“Las Calabazas son Calabazas”

Toda injusticia es pecado.

I Juan 5.17


Conozco a un hombre que por muchos años creyó que había diferentes niveles de pecado. Él opinaba que había pecados grandes, los cuales el Señor aborrece, y pecados pequeños de los cuales él sentía que el Señor se haría el de la vista gorda.

Un día, mientras viajaba por una región donde se encontraban plantaciones de hortalizas, el Señor le trajo a este hombre la convicción de que el pecado es pecado. Mientras él conducía, pasó un campo que había sido sembrado de calabazas. Él observo que las enredaderas de la calabaza habían muerto, pero las calabazas como tal no habían sido cosechadas aún. Más adelante notó que las calabazas no cosechadas variaban grandemente en tamaño, desde las más pequeñas hasta las más grandes. En ese momento, le pasó por la mente una idea muy sencilla: a pesar de sus variaciones obvias, todas ellas continuaban siendo calabazas sin tener en cuenta el tamaño o la variedad. El Señor le aclaró a este hombre que pecado es pecado, sin reparar en si el hombre lo considera “grande” o “pequeño”, “grave” o “inocuo”’.

¡No importa qué paliativo podamos seleccionar, en los ojos del Señor, el pecado es pecado! No podrá ni será perdonado hasta que dicho pecado sea confesado y abandonado. ¡No te engañes! Dios no se hará el de la vista gorda con el pecado.

II Corintios 13.5 nos instruye: “Examinaos a vosotros mismos”. Si al examinarnos franca y honestamente encontramos que estamos fallando, confesemos y abandonemos nuestros pecados.

¡Oh, cuánta paz recibimos cuando él quien es “fiel y justo” escuche nuestra oración sincera, nos perdone y nos limpie de toda maldad!

-Peter McGrath,

Victoria, Australia

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¡Oh, el gozo del pecado perdonado!


[Del Libro: Junto a Aguas de Reposo]